En el circo se disputaban las carreras de carros, generalmente de dos caballos (bigas) o de cuatro (cuadrigas). El circo de Tarragona está entre los mejor conservados de Occidente, a pesar de que la mayor parte de su estructura sigue oculta bajo viejos edificios del siglo XIX. Actualmente se puede visitar el extremo oriental, donde, además de la fachada monumental y las gradas, pueden contemplarse las bóvedas de Sant Hermenegild y de la calle Enrajolat. Otro sector ha quedado al descubierto en la plaza Sedassos y en la calle Ferrers. Algunas bóvedas son visibles también en locales de las calles Trinquet Vell y la plaza de la Font.