La fachada de este edificio tiene un poder de atracción muy evidente. Las dimensiones del edificio indican la importancia y la buena acogida que tenían las monjas teresianas a principios de siglo en la ciudad. El color rojizo de los muros, logrado a base de la aplicación del ladrillo, y la inclusión de arcos parabólicos en su puerta de acceso hablan un lenguaje manifiestamente modernista. El edificio lo dibujó un destacado discípulo de Antoni Gaudí, Bernadí Martorell i Puig; distintas circunstancias hicieron que las obras se iniciaran en 1922 y no terminaran hasta 1949. En el vestíbulo del monumento hay unas columnas que tienen un claro recuerdo gaudiniano; tras este espacio se encuentra la capilla del convento, bendecida en 1926. Actualmente el convento ya no tiene internado, funciona como colegio.
(vista exterior)