La Quinta nació casi como un espacio de curación, de contemplación, de descanso y de armonía con el entorno natural en el que se construyó. La finca se encontraba en los límites del perímetro urbano tarraconense, muy cerca de las masías y de los campos de cultivo. Marià Puig i Valls, un hombre de leyes hacendado, erigió la residencia para que su hermano Rafael, un reconocido ingeniero forestal, se curara. La casa se levantó en 1912 gracias al proyecto del arquitecto barcelonés Juli Maria Fossas i Martínez. El edificio dispone de planta baja y un piso, más una torre poligonal inscrita en el lateral de la casa, que funcionaba como mirador, y otra torre posterior decorada con cerámicas blancas y azules. No faltan elementos modernistas: la aplicación de la cerámica, la calidez con la que se trató el hierro forjado de la barandilla o unos detalles ornamentales propios de la sezession vienesa. El jardín se planteó como un jardín romántico inglés, aunque hoy en día ya no queda nada del trazado original y de las especies que contenía.
(vista exterior)