El 11 de septiembre del 1714, Barcelona caía en manos de las tropas de Felipe V. En Tarragona y en muchas localidades catalanas se celebran actos que conmemoran esta batalla.

Durante toda la Guerra de Sucesión, Tarragona fue la única capital del territorio que no sufrió ningún asedio formal y resultó ser un lugar para acuartelar tropas y conseguir recursos. Desde el 1708, el ejército inglés hizo de Tarragona su principal plaza fuerte, con la cual estableció conexión permanente con la isla de Menorca. Así, impulsó un proceso de fortificación que actualizó buena parte de las defensas tarraconenses, además de reformar el puerto.

Muchas de las fortificaciones que se encuentran hoy son fruto de estos tiempos convulsos, como el el Fortí de la Reina Anna Stuart i el de Sant Jordi, presentes en la punta de Miracle, o el Portal de Sant Antoni.

Tarragona fue una de las últimas ciudades catalanas que resistió a la ocupación borbónica. Pasó a manos de las nuevas autoridades borbónicas el 14 de julio de 1713.