La Sede catedralicia de Tarragona ocupa el lugar donde, en época romana, se erigió el templo dedicado al culto a los emperadores. En el refectorio de la Catedral todavía se pueden ver imponentes restos de este gran recinto. Esta área sacra pagana se desmanteló parcialmente a partir del siglo V y se transformó en un espacio cristiano. Se considera que, en este recinto, se construyó la Catedral de época visigoda.
Una de las capillas renacentistas de la Catedral medieval está dedicada a san Fructuoso y a sus diáconos, donde se veneran algunas reliquias de estos protomártires hispánicos. En el Museo Diocesano también encontramos elementos arqueológicos de los primeros siglos del cristianismo, entre los que destaca una pequeña jarra litúrgica de bronce del siglo VII hallada en una tumba, en la zona de la Catedral. También en la fachada de la Catedral se encuentra alojado un magnífico sarcófago paleocristiano, de inicios del siglo V, que recibe el nombre de sarcófago de Betesda.