En esta área cementerial, la comunidad cristiana de Tarraco enterró al obispo Fructuoso y a sus diáconos. El lugar adquirió un significado sagrado para la Iglesia local y los fieles mostraron un gran interés por enterrarse cerca de los restos de los mártires. Ya a finales del siglo IV o a inicios del siglo V, se construyó una gran basílica con baptisterio para venerar las reliquias de los mártires.
La Necrópolis y el Museo paleocristianos permiten comprender las prácticas funerarias romanas, las tipologías sepulcrales y cómo este espacio se convirtió en lugar de culto martirial y centro de peregrinaciones hasta entrada la época visigoda. El Museo conserva la colección más rica de arqueología y arte paleocristianos de la península ibérica, formada por sarcófagos, laudas musivarias, ajuares funerarios y una extraordinaria colección epigráfica cristiana.