En 1896 se colocó la primera piedra del convento, en el suelo del espacio que ocupa el altar mayor. En forma de paralelogramo, dispone de planta baja, que oculta un patio que es un claustro, y tiene cuatro pisos de altura, cuando inicialmente tuvo tres (más la planta baja), ideados por el arquitecto Pau Monguió i Segura. Sus muros se trabajaron con ladrillo y paredes de mampostería. Pero del edificio perduran dos elementos arquitectónicos muy especiales que lo hacen todavía más singular: la aguja con la que cierra la fachada y la linterna del camarín que Josep Maria Jujol erigió en 1918. La fachada se resolvió con criterios neogóticos; destaca la aguja, que se convierte en el campanario. La linterna del camarín, que sobresalía del altar inferior dedicado a la Virgen del Carmen, es el único elemento que ha sobrevivido a todos los infortunios históricos que ha experimentado el convento. Bajo este frágil elemento se encontraba el altar y el tesoro de la Virgen, punto muy querido por los tarraconenses y del cual no queda nada. El camarín, erigido en 1918, se perfila como una aguja que descansa sobre una base poligonal formada por aperturas terminadas en palomas que lo vigilan. En el convento se formaron muchos jóvenes de la ciudad. Pero el conjunto siempre será recordado porque en él se fabricó la famosa Agua del Carmen desde 1909 hasta los años ochenta del mismo siglo.
(vista exterior)